El Genio Universal de Hans Christian Andersen

La narración de historias es tan antigua como el género humano, pero pocos cuentacuentos se han hecho más famosos en todo el mundo o han tenido una vida más fascinante que Hans Christian Andersen

Mundialmente conocido por sus cuentos de hadas, Andersen también fue un prolífico autor de poemas, obras de teatro, novelas, artículos y cuadernos de viajes, entre otras actividades creativas.

Hans dejó su pequeño pueblo de Odense a los 14 años y nunca regresó. Armado con el don de la palabra, una imaginación fértil y una vida de aventuras y experiencias, viajó por el mundo y se convirtió en uno de los escritores más prolíficos y exitosos de todos los tiempos

“El traje nuevo del emperador”, “Pulgarcita”, “El patito feo”, “La princesa y el guisante”, “La reina de las nieves”, “El soldadito de plomo”, “La vendedora de fósforos”, “Los zapatos rojos”... ¿Quién no ha leído estos títulos o escuchado éstos cuentos de niño?

Leídos en más de 125 idiomas, los cuentos de Andersen se cuentan entre las obras literarias más traducidas en el mundo. 

Y aunque sus primeras historias fueron escritas originalmente pensando en los niños, Andersen nunca evitó los temas complejos, lo cual le ganó audiencias de todas las edades desde su primera publicación.

Al igual que hoy, la sociedad de la época de Andersen vio una gran afluencia de avances tecnológicos impulsados por la Revolución Industrial. Sin embargo, el público en general tenía una rica imaginación y tanto los adultos como los niños participaban en actividades que requerían fantasía activa. 

La gente todavía se basaba en los libros, periódicos y revistas, música casera, reuniones sociales y espectáculos de variedades como fuentes de noticias y entretenimiento. 

Por lo tanto, un buen narrador como Andersen era siempre bienvenido.

Nacido en 1805 en Odense, Dinamarca, hijo de un zapatero con inclinaciones poéticas, y una lavandera, Hans creció en un hogar humilde, deleitándose en la naturaleza que encontraba en el jardín de su casa o en los paseos al bosque con su padre. 

Éste le construyó un pequeño teatro de marionetas, para el cual el pequeño Hans cosía trajes de su propia creación, algo que su madre interpretó como una inclinación para ser sastre.

Su padre le leía fábulas de La Fontaine, los cuentos de “Las Mil y Una Noches”, le hacía dibujos, y jugaba con él.

A pesar que su abuelo estaba enfermo, su abuela lo llevaba al hospicio, donde Hans comía mejor que en casa y conversaba con ancianas que le contaban historias. También asistía de vez en cuando al teatro e incluso a la ópera. Todo esto desarrolló su sensibilidad e imaginación natural, alimentó su creatividad y despertó su curiosidad y espíritu de aventura, que no lo dejarían nunca y serían las semillas de todas sus obras. 

En 1813, el padre de Hans murió. Su madre se volvió a casar con un artesano, quien no se inmiscuyó en la educación ni en las decisiones de su hijastro.

Hans asistió a la escuela básica, ayudando además a la manutención del hogar trabajando como aprendiz de hilandero y más tarde, siguiendo las presiones de su madre, como aprendiz de sastre. En esa época, escribió sus primeras piezas teatrales y comenzó a frecuentar a algunas familias cultas de la vecindad. 

Pero la verdadera ambición de Hans era ser actor.

A los catorce años, y siguiendo su sueño actoral, Hans se marchó a Copenhague, donde gracias a su entonada voz de soprano logró entrar a la Academia del Teatro Real Danés. Durante ese período escribió la comedia “Los Ladrones de Vissenberg”, y la tragedia “Alfsol”, las cuales ofreció al Teatro Real para su representación. Aunque ninguna fue aceptada, Hans recibió suficientes buenas críticas para decidir dedicarse en serio a la escritura.

Un año más tarde, la voz de Hans cambió con la pubertad. Su madre insistió en que regresara a Odense a ser sastre, pero Hans persistió en su sueño, logrando debutar como actor en un ballet y llegando a ver su nombre impreso en un programa. 

Sin embargo, más importante aún que esto fue la relación que desarrolló con uno de los directores del teatro, Jonas Collins, quien, notando su potencial y dedicación lo envió a la escuela secundaria en Slagelse.

A pesar de su natural curiosidad e inteligencia, Hans había interrumpido su educación formal, pues no encajaba en el rígido sistema educativo de la época, describiendo sus años escolares como los más duros de su vida. Uno de sus primeros cuentos, “La vela” (1820) ya refleja este ánimo depresivo.

Sin embargo, Hans comprendía que para acceder a mejores oportunidades necesitaba completar su educación, y la oferta de Collins incluía una beca pagada por el rey Federico VI. 

Gracias a esto, en 1827 Hans terminó la secundaria, descubriendo a autores que cambiarían su visión del mundo, tales como William Shakespeare y Sir Walter Scott. 

Retrato de Hans Christian Andersen por Carl Heinrich Bloch (s/f)

En ésta época, comenzó a escribir sus primeros poemas, los cuales fueron publicados en el periódico local y se sumaron a “El Fantasma en la tumba de Palnatoke”, su primera historia corta publicada en 1822.

En 1828, Andersen autopublicó su primer libro, “Una caminata desde el canal Holmen al punto oriental de la isla Amager en los años 1828 y 1829", el cual pronto se agotó y se convirtió en su primer éxito literario.

Para 1829 Andersen ya escribía de manera regular, recibiendo buenas críticas. Su primer libro fue seguido por una obra de teatro, “Love on St. Nicholas Church Tower”, y un volumen de poemas.

En 1832, Andersen escribió e ilustró un libro, “Los Doce Meses del Año”, dedicado al rey Federico VI, entregándoselo personalmente y haciendo mención a su necesidad de fondos para realizar un Gran Tour por Europa.

Andersen no recibió respuesta inmediata a su petición, y debió aplicar junto a otros poetas y escritores a una competencia oficial para conseguir los fondos. Gracias a estos, en 1833 Andersen logró su sueño de viajar por Europa. 

Este gran tour vendría a completar su educación y fue la fuente de inspiración de muchas de sus obras. 

Estatua de La Sirenita, en Copenhagen

Foto: Avda Berlin/Wikimedia Commons

Andersen visitó Alemania, descubriendo la literatura de Schiller, Goethe, y Heinrich Heine, así como los cuentos de los Hermanos Grimm. 

Visitó París, donde conoció a Victor Hugo. Luego se trasladó a Suiza, donde visitó Ginebra y Jura. Allí escribió la historia “Agnete y el Sireno”, que unos años más tarde darían origen a su cuento “La Sirenita”.

Después, Andersen visitó Italia, donde paseó por Milán, Génova, Florencia, Roma y Nápoles. Allí recibió la noticia de que su madre había muerto. Sin embargo, continuó su viaje hacia Viena antes de regresar a Dinamarca.

Al año siguiente, Andersen publicó su novela autobiográfica “El improvisador”, la cual fue recibida con éxito inmediato, siendo traducida al sueco, al alemán y al inglés, otorgándole renombre internacional.

Éste éxito le proporcionó el favor de los círculos oficiales, recibiendo una pensión anual que le permitió dedicarse por completo a la escritura.

Pero en vez de continuar este éxito literario con un libro similar, Andersen decidió publicar una compilación de cuentos fantásticos para niños, “Cuentos, contados para niños”, entre los cuales se contaba “El Patito Feo”, “La Princesa y el Guisante” y “Las Flores de la Pequeña Ida”.

Publicados en tres ediciones entre los años 1835 a 1839, y editados en Dinamarca, Alemania, Suecia e Inglaterra, esta fue la primera incursión de Andersen en el ámbito de la literatura infantil, algo que enfureció a los críticos daneses, quienes estimaron que el autor de “El improvisador” daba un paso atrás publicando algo tan pueril.

Incluso sus amigos le sugirieron que no escribiera más cuentos, argumentando que no tenía talento para ellos, y que ya no había interés en ese tipo de literatura.

Hoy en día nos podemos quedar boquiabiertos ante tales críticas, pero en su momento esta era la opinión predominante. 

En aquella época, la literatura infantil era considerada como un subgénero menor, suscrito principalmente a rimas infantiles -de escaso valor literario-, y la mayor parte de los esfuerzos literarios serios se dedicaron a novelas épicas e históricas como "La guerra y la paz", "Los Miserables", "Grandes Esperanzas", etc. 

Andersen, sin embargo, tenía un profundo interés en la infancia y tenía una gran estima por la literatura infantil.

Y el tiempo le dio la razón, pues pronto, tanto Andersen como los editores y críticos se dieron cuenta que sus cuentos encantaban tanto a niños como a adultos. 

Tal como lo cuenta Andersen en su autobiografía, El cuento de mi vida sin literatura: 

“Los cuentos se transformaron en lecturas para niños y adultos, lo que es una difícil tarea para quien quiere escribir cuentos. En Dinamarca encontraron las puertas y los corazones abiertos. Todos los leían. Así que quité el subtítulo de “contados para niños” y saqué tres volúmenes de “Cuentos Nuevos”, todos ellos inventados por mí, y que fueron acogidos con gran reconocimiento en mi patria.”

Nuevas colecciones de cuentos se publicaron entre 1843 y 1852, con una edición aumentada en 1872, alcanzando un total de casi 160 cuentos originales.

Andersen innovó en la literatura infantil al escribir de la misma forma en que relataba sus cuentos a los niños en tiempo presente, usando humor ligero, modismos, y construcciones lingüísticas como recursos literarios que hacían los relatos más amenos y accesibles a su audiencia primaria.

En 1843 Andersen se consagró definitivamente en Dinamarca con una colección de cuentos musicales para Navidad, y en los años siguientes continuó escribiendo obras de teatro, poemas, artículos de viaje y cuentos originales, varios de los cuales fueron interpretados en escena en obras teatrales y ballets.

Andersen en 1869

Los viajes fueron la constante en la vida de Hans Christian Andersen, siendo huésped de reyes y príncipes, a quienes deleitaba con sus narraciones. Su éxito literario y un estipendio vitalicio otorgado por el gobierno danés le permitieron dedicarse a sus dos más grandes aficiones: viajar y escribir.

En 1847, viajó a Londres, en donde conoció a Charles Dickens, con quien entabló una estrecha amistad. 

Además de visitar gran parte de Europa, Andersen viajó por varios países de Asia Menor y África, dejando testimonio de éstos en sus cuadernos de viaje, ilustrados por él mismo, así como en muchos de sus cuentos, tales como “El jabalí dorado” o “Pacto de amistad”. 

Aparte de su talento literario, una faceta menos conocida de Hans Christian Andersen eran sus habilidades en la ilustración y el papel cortado. 

Este último era un pasatiempo popular en la época victoriana, en el que un cuadrado de papel doblado se corta con precisión para que, una vez abierto, pueda representar una imagen completa. 

Andersen sobresalió en este arte, y aunque muchas de estas delicadas obras no sobrevivieron (ya que no estaban destinadas a hacerlo), y nunca fueron exhibidas en público durante su vida, algunas todavía existen y se conservan en museos y colecciones privadas.

Incluso Andy Wharhol atribuyó a las obras de arte de papel cortado de Andersen como fuente de inspiración para su propio arte.

Todos estos ejemplos ofrecen la visión de un hombre y creador cuya imaginación, creatividad y visión poética siguen iluminando el mundo hoy en día.

En 1875, a la edad de 70 años y después de una vida de aventuras, Andersen murió, aquejado de cáncer al hígado. 

Toda Dinamarca y buena parte del mundo lloró la muerte del escritor, cuya obra no sólo había tocado los corazones de generaciones de lectores sino que además ya había alcanzado suficiente relevancia como para ser estudiada en cátedras universitarias.

Aunque su casa de la infancia en Odense todavía se conserva como museo, no proporciona más que una visión de las condiciones de la vida temprana de Hans. Puesto que pasó gran parte de su vida viajando, no es allí donde podemos encontrar al 'verdadero' Hans Christian Andersen, sino en sus obras

Además de escribir varias versiones de su propia autobiografía, Andersen utilizó su propia vida como inspiración para su obra, y podemos encontrar numerosas referencias biográficas en sus cuentos de hadas, tanto obvias como no tan evidentes.

Por ejemplo, en "El sapo" Andersen parece describir su propia vida, dejando las limitaciones de las profundidades del pozo (Odense) para viajar alrededor del mundo. En "La maleta voladora", describe cómo la libertad de viajar y poseer una narración brillante traen éxito y fortuna a un joven humilde, tal como le sucedió a él.

El tema del amor no correspondido, algo que Andersen sufrió repetidamente, aparece en varios de sus cuentos y poemas, como "El soldadito de plomo", "Los novios", "La sirenita", "El niño malvado", "El ruiseñor", entre otros.

La intimidación que sufrió cuando era niño, y las burlas por su aspecto incómodo también inspiraron algunos de sus cuentos, como "El sapo" y "El patito feo".

Andersen a menudo trataba de dar finales felices a sus historias. Pero a pesar de su optimismo natural, sus raíces culturales eran profundas y a veces aparecían incluso en sus cuentos más brillantes, que a menudo terminan con una nota sombría, como "La margarita".

Siguiendo las convenciones de la época, en la que todo el contenido destinado a los niños debía llevar algún mensaje formativo para su público, los cuentos de Andersen tienen un carácter didáctico y son a menudo moralizantes, aunque nunca pontifican.

Temas como la bondad y la ternura se repiten a menudo. En otros cuentos, como "El Tullido", Andersen revela sus profundas opiniones religiosas, mientras que en otros, como "El bisabuelo", examina el contraste entre lo antiguo y lo nuevo, y cómo estos dos pueden tener un encuentro armonioso

Algunos cuentos como “El Ángel”, “La vieja losa sepulcral”, y “El niño en la tumba” pueden asustar a las jóvenes audiencias de hoy en día, pero reflejan las difíciles condiciones de vida de la infancia en el siglo XIX, y pueden ayudar a sensibilizar a las jóvenes audiencias hacia el tema de la muerte, despertando su sensibilidad y empatía hacia otros menos afortunados.

El rincón de Andersen en Parque Central

El cine se ha servido del genio de Andersen en más de una ocasión.

En 1948 el cuento de Andersen “Las zapatillas rojas” sirvió de inspiración para una versión musical cinematográfica protagonizada por la actriz y bailarina Moira Shearer.

En 1952, Danny Kaye interpretó a Hans Christian Andersen en una encantadora película musical

Aunque dirgida principalmente a los niños y sin buscar ser una biografía (en un paso notable, lo hicieron zapatero, el oficio de su padre y uno que Hans mismo detestaba), la película captura la naturaleza poética y la imaginación benigna de las historias de Andersen, y proporciona una voz al autor detrás de algunos de los cuentos de hadas más famosos del mundo.

Video: Danny Kaye - Hans Christian Andersen (2:20)

https://youtu.be/KJzwC_8f6nA?si=Vc-Mi9Gny-XBKfZC

Una buena parte de la popularidad de Andersen hasta el día de hoy es gracias a la compañía Walt Disney

Desde el principio, Disney adaptó muchas de las historias de Andersen -familiares para la audiencia y libres de derechos- en cortos animados y largometrajes, y algunos se convirtieron en un gran éxito, como "La Sirenita" (1989) y "Frozen" (2013). 

Aunque adaptadas libremente de la fuente original, han servido para mantener el trabajo de Andersen actualizado y relevante para las nuevas generaciones.

Video: Disney - El Patito Feo (1938) (8:36)

https://youtu.be/3k9HSsvBF30?si=3DUGxIv0Bdq9ws66

Hoy en día Andersen y su obra son recordados en todo el mundo con diversos homenajes, tales como el Boulevard Hans Christian Andersen y la estatua de La Sirenita, ambas en Copenhagen, el premio de literatura Hans Christian Andersen, series de estampillas, museos, tales como el Museo Wonderful World of Hans Christian Andersen en Copenhagen, monumentos, y espacios, como el rincón de Hans Christian Andersen en Central Park, donde todos los veranos se organizan lecturas de sus obras para el deleite de todo el publico.

En 2005, para celebrar el bicentenario del nacimiento de Andersen, el coreógrafo estadounidense John Neumeier se unió a la compositora Lera Auerbach para crear el ballet "La Sirenita", basado en la amada historia homónima.

Las historias de Andersen no solo despiertan nuestra imaginación sino también nuestra sensibilidad, al mostrarnos que todo el universo a nuestro alrededor está vivo. 

Un concepto que va más allá de lo fantástico y se adentra en el ámbito de lo metafísico.

Todo en el mundo de Andersen tiene vida y conciencia. Desde una humilde margarita a una tetera, una vela, un soldadito de plomo, una pelota, un trompo, un patito, un sapo, un burro, un cardo, un ruiseñor, un copo de nieve, el viento...todo respira, piensa y siente, todo tiene algo que contar. 

Hans solo puso atención y escribió lo que éstos le contaron. 

Los cuentos de Andersen son universales, pues hablan del espíritu humano, de nuestros sueños y deseos, de nuestras tristezas, alegrías y problemas. Sus historias despiertan nuestra sensibilidad e imaginación, y nos enseñan ejemplos de valor y resiliciencia.

Y aunque la mayoría de los cuentos que conocemos hoy en dia han sido recontados y adaptados a partir de sus versiones originales, todavia conservan la humanidad y la sensibilidad que los hacen accesibles, universales y eternos.

Para Saber Más

* ¿Tienen ganas de leer los cuentos de Andersen? ¡Encuéntrenlos aquí!

https://www.andersenstories.com/es/andersen_cuentos/list

* Para un listado completo de las obras de Andersen, visiten:

https://en.wikipedia.org/wiki/Hans_Christian_Andersen_bibliography

* Para saber más sobre la vida y obras de Andersen, visiten el Hans Christian Andersen Centret, un centro de investigación y parte de la facultad de humanidades de la Universidad de Syddansk, Dinamarca 

https://www.sdu.dk/en/forskning/hca

Fuentes: Wikipedia, Britannica Encyclopedia, Hans Christian Andersen Centret, Clásicos de Siempre: El Ruiseñor y Otros Cuentos Tradicionales; prólogo y traducción de Alicia Salvi.



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