Indiferencia - La Epidemia Silenciosa


Paredes cubiertas de graffiti. Calles llenas de basura. Gente caminando sin mirar a dónde van. Nios corriendo y jugando en pasillos y tiendas mientras sus padres están en otra parte. Gente bloqueando aceras, escaleras y entradas. 

Sin importar dónde vivan, probablemente han visto éstos y otros ejemplos de negligencia a diario.

"No me importa". "Da igual". "No es mi problema". "¿Y qué?". "¿Por qué debería importarme?". 

Todos los días oímos similares declaraciones, y nos estamos acostumbrando a oirlas aún más a amenudo, especialmente de parte de los jóvenes. Apatía, insensibilidad, desidia, desconexión - son todas una y la misma cosa: indiferencia. 

No hacer caso se ha convertido en el patrón de nuestras sociedades. Parecemos vivir en un mundo donde a nadie le importa nada.

Parte del problema reside en las expectativas siempre crecientes de la sociedad moderna, que nos empuja a hacer más, alcanzar más, consumir más, tener más, ser más competitivos, desempearnos cada vez mejor a un paso más rápido - hasta que colapsamos, incapaces de interesarnos por nada. 

Al mismo tiempo, no todos los padres ensean o refuerzan actitudes de cuidado en sus hijos, y los medios que supuestamente están ahí para informarnos y entretenernos, nos entregan un desborde de violencia y sensacionalismo contínuos que sólo nos aturden aún más.

Más aún, se nos ensea que la indiferencia es lo correcto. ‘No interferir’ y ‘no meterse’ son los comportamientos socialmente aceptados. 

Pero la indiferencia es mucho más que solo permitir privacidad para que otros solucionen sus propios problemas.

La indiferencia es un veneno silente e invisible que rápidamente está corrosionando nuestras sociedades, engendrando permisividad, ignorancia, corrupción y anarquía, las cuales a su vez fomentan antivalores, que prosperan y se multiplican a un paso más veloz que las virtudes.

La indiferencia instala en nosotros el falso concepto de que, ‘mientras yo esté bien, todo esta bien’ - el resto no importa. 

La tecnología solo ha promovido esta ilusión de desconexión, hasta llegar a nublar nuestra sensibilidad e incluso nuestro sentido común.

Por supuesto, es natural e incluso necesario dejar ciertas cosas fuera de nuestra atención. Pero cuando ignoramos el mundo a nuestro alrededor, cuando fallamos en actuar en momentos de necesidad, cuando no defendemos nuestros derechos, valores y buenos principios, cuando damos la espalda al abuso simplemente porque ‘no es nuestro problema’ - entonces tenemos un problema. 

Y sin embargo, todos lo hemos hecho en algún punto de nuestras vidas.

Aos atrás, viví en un edificio donde podía escuchar claramente lo que pasaba en el apartamento de arriba. Créeme, no era agradable. Pero una noche, escuché a un bebé llorando. 

Era bien pasada la medianoche - seguramente alguien vendría a ver al bebé, pensé. Pero los minutos pasaron y nadia cambió. El bebé siguió llorando desesperado. Era evidente que lo habían dejado solo. 

Entonces, alrededor de las 2 de la maana, me vestí y fuí abajo a contarle al nochero acerca de esto. "¿Y...?" Me contestó. "¡Ese no es problema mío!".

No tengo idea de lo que ocurrió con el bebé o mis vecinos, pero hasta el día de hoy aún recuerdo el llanto desesperado del bebé y la absoluta indiferencia de alguien que se suponía esta allí para ayudar. 

El nochero podría haber subido a inspeccionar y ver si había ocurrido un accidente. Habría podido llamar a la policía, o por lo menos podría haberme prometido que lo chequearía en un momento. Pero en cambio, decidió no hacer nada. 

No podía importarle menos.


En su discurso "Los Peligros de la Indiferencia" pronunciado en la Casa Blanca, el sobreviviente al Holocausto Elie Wiesel dijo:

"La indiferencia [...] es más peligrosa que la furia o el odio. La furia a veces puede ser creativa. La indiferencia no es nunca creativa. Incluso el odio a veces puede generar una respuesta. La indiferencia no genera ninguna respuesta. La indiferencia no es una respuesta."

También debemos ser cuidadosos de no confundir Indiferencia con ‘Tolerancia’. Mientras esta última proteje las libertades individuales y colectivas, la segunda es una expresión de egoísmo. 

Como Elie Wiesel declaró en su discurso: "La indiferencia reduce al otro a una mera abstracción."

(Titular: Los Refugiados Escapan de la Guerra) "Ya tenemos montones de
nuestros propios vagabundos para ignorar."


En escencia, la indiferencia es falta de amor en cualquiera de sus formas

No apreciamos nuestras pertenencias, lo que nos rodea, a la gente a nuestro alrededor, a las actividades que realizamos, y a veces ni siquiera nos gustamos nosotros mismos. 

La indiferencia nace de profundos sentimientos de desazón y vacío, los cuales son indicativos de desbalance emocional e incluso psicológico. 

La indiferencia también puede nacer de decepciones sostenidas, pero la mayor parte del tiempo es una actitud aprendida que puede ser des-aprendida, si así lo queremos.

Parte de la causa del sentimiento de indiferencia es el sentimiento de no tener ningún poder - la convicción de que no se puede hacer nada, por lo que es mejor no tratar. O que es mejor no comprometerse para no sufrir consecuencias indeseables. 

La mayoría de nosotros no tomamos acción como respuesta a la presión social (‘¡Qué van a pensar de mí!’), o simplemente por mera flojera (‘La próxima vez lo hago.’).

Puede que no actuemos porque pensamos que no es necesario (‘Alguien más lo hará’), o porque asumimos que el problema se solucionará solo sin nuestra intervención. Tal vez - o tal vez no. No podemos estar seguros. De lo único que podemos estar seguros es que nosotros no hicimos nada para ayudar.

He tenido la suerte de vivir en varia ciudades, cada una con sus propios niveles de empatía e interacción social. En algunas, la gente se apoya rápidamente cuando cualquiera sufre un percance (como tropezarse en las escaleras), se levanta en contra de alguna injusticia o tiene algún problema. En otras, la gente ignora todo lo que ocurre a su alrededor. 

No es de sorprender que la gente en sociedades con un mayor nivel se apoyo mutuo, luce y se siente más felíz que aquellas que deciden ignorarse por completo.

La buena noticia es que todo el mundo puede cuidar, querer e interesarse. Está en nuestra naturaleza humana, y no cuesta un céntimo.

La historia está llena de personas que se interesaron y que, tomando una simple acción cambiaron el curso de la historia. 

Como Rosa Parks, cuyo simple acto de no ceder su asiento en el bus originó un movimiento a nivel nacional; Piru Huke, la nativa de Isla de Pascua que decidió limpiar de plástico las playas por su propia cuenta; Jadav Payeng, que decidió reforestar la tierra en su India nativa, o Wangari Maathai, cuya cruzada de reforestación en Kenya inició un movimiento a escala mundial. 

Ahora son considerados ‘héroes’, pero la única diferencia es que a ellos les importó lo suficiente como para hacer lo que la mayoría de nosotros teme hacer. Ellos se alzaron por sus convicciones e hicieron lo correcto. 

Puede requerir valentía, pero querer y preocuparnos por algo nos hace sentir vivos.

Sin embargo, no es suficiente decir que algo nos importa - debemos manifestarlo a diario através de nuestras acciones y actitudes.

Ahora más que nunca, el mundo necesita que nos comprometamos, que participemos, que actuemos, y que nos involucremos. 

Nuestra falta de acción está afectando al planeta y a nuestras sociedades en formas que no podríamos haber imaginado. 

Todos somos parte de una misma cadena. Nuestra ‘intocabilidad’ es un mito. Lo que hacemos o no hoy regresará a nosotros más tarde o más temprano, de una forma u otra. Asi pues, ¡Involúcrate! Selecciona un área que te llame la atención, sin importar cuán pequea, y actúa en ella cada vez que tengas la oportunidad.

Recicla. Alimenta a los pájaros. Detente a ayudar a un transeúnte perdido. Trata tus pertenencias con cuidado para que duren más. Adopta un árbol en tu vecindario o planta árboles. Ayuda a los adultos mayores y minusválidos en tareas pequeas, como cruzar la calle, abrir puertas o leer letras pequeas. Cede tu asiento a quienes más lo necesiten en buses y trenes. Reporta cualquier crimen o actividad sospechosa de la que seas testigo. Rescata el uso de la buenas maneras y palabras amables. Ensea respeto, generosidad y tolerancia a los nios. Contribuye a los bancos de comida. Compra productos locales. 

Y si te sientes más participativo, trabaja como voluntario, adopta una causa, únete a un club o asociación, organiza actividades alrededor de ésta, trabaja en su campaa y recluta para ella. ¡Usa tu creatividad! Hay infinitas maneras de demostrar tu interés.


No importa qué tan pequea o grande sea tu acción. Lo importante es no dejarse vencer por la desidia. Cada poquito cuenta para hacer la diferencia. 

Si lo haces con constancia y convicción, tus acciones pueden inspirar a otros a seguir tu ejemplo, y así, poco a poco, contribuir a construir un mundo mejor.

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