Maravillas de Piedra


Desde el inicio de los tiempos, la piedra ha sido el material de construcción por antonomasia. 

Desde Stonehenge, pasando por las pirámides de Egipto, las cabezas monolíticas de Isla de Pascua, y los templos en Cambodia, la piedra ha sido doblegada, moldeada y tallada a través de los siglos por manos fuertes y diestras, siempre presente en innumerables construcciones monumentales que dan cuenta del ingenio y la destreza del hombre.

Sin embargo, la piedra también ha servido como medio de expresión para la imaginación humana, en obras menos gigantescas y no por ello menos maravillosas.

Aquí exploramos tres de ellas, todas realizadas por hombres autodidactas, sin ningún conocimiento formal de arte o construcción, y que sin embargo compartieron un mismo ideal : ver sus sueños convertidos en realidad, en piedra.   

Tres historias que tienen en común la materia prima y el trabajo perseverante de tres hombres de ingenio poco común, quienes no cejaron en sus esfuerzos hasta ver el fruto de su imaginación hechos realidad.  

El Palacio Soñado de un Cartero

El Cartero Cheval y su carretilla.

Corría el año 1879 en Francia. El cartero rural Joseph Ferdinand Cheval hacía su recorrido en bicicleta cuando tropezó con una piedra. Al examinarla, le pareció tan hermosa y especial que la guardó. 

Al día siguiente, Cheval encontró otras piedras similares en la misma área. “Dado que la naturaleza quiere hacer escultura,” se dijo, “yo haré masonería y arquitectura”.

Inspirado por las imágenes de las tarjetas postales y revistas que distribuía a diario, Ferdinand Cheval se abocó a realizar su sueño: un palacio ideal sacado de su imaginación, a la usanza de los más espléndidos y exóticos palacios del mundo.

Día tras día, luego de terminar su turno de cartero, Cheval trabajaba en su obra, a veces hasta bien entrada la noche. 

Con apenas una educación rudimentaria, y sin entrenamiento alguno en arquitectura, construcción, o albañilería, Cheval fue dando forma a su palacio ideal con sus propias manos, usando piedras que encontraba en su camino, conchas marinas, y cemento.

Al empezar a surgir, la construcción llamó la atención de los habitantes del sector, algunos de los cuales criticaron el aspecto irregular y poco ortodoxo del edificio. Pero Cheval prosigió su construcción, firmemente enfocado en su sueño.

El Cartero Cheval frente a su Palacio Ideal.

En 1912, y después de 33 años de labor sostenida, Ferdinand Cheval dio por terminada su labor. 

Para entonces, su palacio ideal contaba con un verdadero zoológico de piedra, un espacio habitado por gigantes, criaturas mitológicas y seres inesperados, entrelazados con exóticos pedazos de paisajes sacados de su imaginación, e incluso una fuente de agua corriente con una cascada.

Desde entonces, la fantástica obra de este ingenioso cartero soñador capturó la atención del mundo entero. 

Aunque Cheval había estimado usar parte del palacio como lugar de su descanso eterno, el Estado Francés no se lo permitió. Ante esta negativa, Cheval procedió a construir su propio mausoleo en el cementerio de Hauterives. 

El nuevo edificio le llevó 8 años de labor, y es casi tan elaborado y fantástico como su Palacio ideal. Ahí se hallan sus restos al igual que los de su esposa.

Mausoleo de Cheval en Hauterives.

El Palacio Ideal del “Cartero Cheval” en Chateneuf-de-Galaure se convirtió en un lugar de peregrinaje obligado para los surrealistas y los seguidores de esta corriente artística. 

En 1920 André Breton lo considera como un precursor de la arquitectura surrealista. 

Años más tarde, Max Ernst realiza una obra en homenaje a Ferdinand Cheval , y fotografías de su mítico palacio se exhiben en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. 

Picasso, Tinguely y Nikki de Saint Phalle se declaran admiradores de la obra de Ferdinand Cheval, considerándolo similar a Gaudí por sus formas orgánicas, y a Dalí por su extravagancia.

En 1969 el Palacio Ideal del Cartero Cheval fue nombrado monumento Nacional de Francia, considerado hasta entonces como la única muestra de arquitectura naïve en el mundo.

Hoy en día los visitantes no dejar de ir para admirar las caprichosas y fantásticas criaturas que emergen desde todos los ángulos de esta singular construcción imaginada por un humilde cartero, que no dudó en poner manos a la obra para hacer de su sueño una realidad. 

Video - Palais Ideal (6:30”)


  
El Abate y Las Rocas de Rotheneuf 

El Abate Fouré con martillo y cincel.

En 1894, a la edad de 55 años y aquejado por secuelas de un accidente vascular que le dejaron parcialmente sordo, el Abate Fouré se mudó a el pueblo costero Francés de Rotheneuf para vivir el resto de sus días como ermitaño, dedicado a la oración y la meditación.

Sin embargo, el destino y las costas Bretonas le tenían reservada una sorpresa.

Al pasear por el borde costero, las formas caprichosas de las rocas despertaron la imaginación del creativo religioso. Las irregularidades naturales del granito le sugirieron imágenes de personajes históricos, casi sacados de los libros que había leído con avidez desde su niñez.

Estimulado e inspirado por el medio ambiente, el abate comenzó a tallar la piedra, dando forma a las imágenes que sólo sus ojos podían ver. 

Reclutando la ayuda de un campesino, y usando varios implementos -desde picos y palas, cincel y martillo, hasta alquitrán-, el Abate y su ayudante fueron cambiando el paisaje, llenándolo de personajes de toda índole.

Cleopatra, la reina de Saba, la reina Victoria, el explorador y nativo de Rotheneuf Jacques Cartier, Merlín y Gargantúa son algunos de los bajorrelieves que aún se conservan hasta hoy en día. 

El Abate y su ayudante, en una postal de la época.

Realizadas de 1894 a 1907 Durante más de 13 años, el Abate Fouré esculpió en la roca viva, sin más guía que su propia imaginación, dando vida a más de 300 figuras de diversos tamaños e inspiraciones: santos legendarios, personajes de la actualidad de su época, miembros de la comunidad, e incluso paisajes de culturas exóticas como China, Rusia, y Japón.

Al terminar las imágenes, Fouré las pintó con diversos colores para destacarlas aún más y protegerlas de los elementos. Cada invierno, el Abate y su ayudante desbrozaban y renovaban los bajorrelieves, para tenerlos listos para la temporada de visitantes. 

Pues las monumentales esculturas de Rotheneuf atrajeron visitantes desde comienzos del siglo XX, y en 1925 ya era punto de peregrinación obligado para todos quienes viajaban a las costas Bretonas.

Lamentablemente, en 1907 el Abate sufrió otro accidente vascular que dejó paralizado la mitad de su cuerpo, por lo que debió suspender todas sus actividades, muriendo apenas tres años después.


A través de los años, el abate Fouré también realizó múltiples tallas en madera, representando imágenes sacras, personajes políticos, figuras mitológicas, tótems, animales, etc. Lamentablemente la mayoría de ellas desaparecieron en 1944 durante el incendio que afectó a la casa del abate, convertida en museo y donde se hallaban expuestas las esculturas.

Y sin embargo sus creaciones al aire libre continuaron cautivando a visitantes, y atrayendo las miradas del mundo entero.

El abate incluso fue llamado el “Cartero Cheval Bretón” debido al paralelismo entre sus obras, aunque el abate murió años antes de que Cheval terminara su obra.

Hoy en día, las tallas en el borde costero aún pueden verse, y aunque han perdido casi toda traza de pintura y están en serio peligro de desaparecer por la erosión natural del clima y el oleaje, aún entregan una visión fantástica surgida de la mente y el trabajo constante de su creador. 

Video - Les Rochers esculptes de Rotheneuf (3:36”)



Juan Félix Sánchez y La Capilla al Borde del Cielo


Corría el año 1943 cuando, después de la muerte de su madre, y sin esposa o hijos con quienes vivir, el artesano Juan Félix Sánchez se fue a San Rafael de Mucuchíes, un área remota de los Andes Venezolanos y el poblado más alto del país, para vivir una tranquila vida de contemplación.

Sin embargo, la hermosa soledad del páramo Andino le inspiró la creación de una obra monumental: una catedral en la que el paisaje y el recogimiento religioso se hicieran uno.

“Dios creó las criaturas,” dijo Sánchez en una ocasión. “A los palos y piedras también. Por eso, amándolas a ellas, amamos a Dios.”

Sin más ayuda que sus propias manos y las herramientas básicas de artesano, Juan Félix Sánchez fue armando piedra a piedra los muros de su construcción soñada.

Día tras día, juntó y redimensionó piedras, apilándolas con precisión para formar los muros de la catedral, sin usar mortero para unirlas. 

Sin embargo, la obra imaginada por Juan Félix Sánchez iba más allá de una simple iglesia. Sus manos también dieron forma a la plaza que la rodea, a variedad de figuras religiosas, y grupos escultóricos tallados en madera, así como todo el mobiliario de la catedral. 

Una tarea titánica que tomó más de 4 años de constante trabajo para finalizarla. 



Aunque la Iglesia de San Rafael de Mucuchíes es su obra más grande y la más conocida, Juan Félix Sánchez ya había creado otras dos capillas anteriormente, en el pueblo de El Tisure. 

Conocida como “El Bohío”, y dedicada a la Virgen de Coromoto (Patrona de Venezuela), la primera Capilla del Complejo Religioso El Tisure fue realizada entre 1954 a 1965. 

La segunda Capilla, llamada “la Capilla Grande” fue construida entre 1965 a 1970. Su entorno incluye una plaza, calvario, y mobiliario en madera, todos realizados a mano por Juan Félix Sánchez. 

Siguiendo un esquema de construcción similar a la catedral de Mucuchíes, este complejo religioso aún está en funcionamiento, y fue erigido con ayuda de Epifanía Gil, su fiel ayudante y compañera.



Además de sus obras de construcción, Juan Félix Sánchez tejió cobijas (mantas) para galerías de arte, hizo esculturas en madera (siguiendo las formas naturales de los troncos y ramas que encontraba), realizó murales polícromos, y también erigió su propia casa, a solo pasos de la capilla de Mucuchíes.

En 1989 Juan Félix Sánchez recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas en su país. 

Sus restos y los de Epifanía Gil descansan en la Capilla de Mucuchíes, como honor póstumo a su obra. 

La “Capilla de Piedra” de Mucuchíes, como es popularmente conocida, fue reconocida como Monumento Nacional en 1982, y es visitada cada año por miles de turistas que se detienen a admirar la creación del simple artesano que, a punta de perseverancia y visión, dejó un impresionante legado de belleza y devoción religiosa.  

Video - Capilla de Piedra San Rafael de Mucuchíes (2:48)

https://youtu.be/H5_blHNyCzs


Fuentes: FacteurCheval.com, Wikipedia, Atlas Obscura, La Brujula Verde, Universidad de los Andes.













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